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Foto del escritorDalila Flores

Circuito de la emoción

Actualizado: 8 nov 2023

Alrededor de hace un mes, vivimos el lanzamiento de la nueva aplicación de Meta llamada “Threads”, aplicación que se posicionó en cuestión de horas como respuesta activa ante las restricciones aplicadas sobre Twitter por su dueño Elon Musk (Fung, 2023) las cuales iban desde cambios en la insignia de perfiles verificados (ahora se podía conseguir esta insignia con una suscripción) hasta limitar la cantidad de tweets a las que se tenía acceso. Si bien el auge de su estreno disminuyó en cuestión de días, es interesante observar el fenómeno que este devela.

Además de la evidente batalla entre neoliberales, hay mucho más en juego con el nacimiento de este nuevo espacio sociodigital ya que no solo conlleva el encuentro e interacción entre usuarios sino la construcción de una ruta más para el cruce entre sociedad-tecnología; entonces, ¿qué papel juega la inteligencia artificial?

Empecemos rastreando el terreno. En mi tesis sobre emociones y audiencias, coloco la importancia de estos espacios sociodigitales por su capacidad de gestar, exponer y volver operativas las conversaciones y, de paso, las emociones. Aunque es posible mirarlas desde varios ángulos, propongo pensar estos espacios como nido de agendas mediáticas y pugnas de poder.

Al conocer los principales hitos de conversación, una institución o industria cultural pueden rediseñar estrategias o llegar a imponer temáticas de forma “orgánica”.

Ante esto, continuando con el auge del bordado y el hilo, propongo pensar el proceso en “hilos” que terminan configurando un tejido, en su forma análoga: un circuito interrelacionado, un circuito donde se interconectan pensamientos, opiniones y, en un último nivel, emociones. Este telar de elementos pasa por el canal algorítmico de las plataformas en donde transmutan a ser fragmentos de información.

No me detendré en este espacio a subrayar la manera en la que nuestra participación en las diferentes plataformas implica ceder de manera voluntaria nuestra información. Mi objetivo es más bien dirigir la reflexión hacia la posición de jaque en la que esto nos puede colocar.

Es bien sabida la manera en que mediante los contenidos digitales se moldean espacios para articular diferentes áreas de la experiencia social, por ejemplo, la manera en la que el meme representa una especie de gen o virus cultural que expresa determinados aspectos de la vida social (Trejo, 2020). Pero bien, si ese uso le da la sociedad, ¿qué otro uso tiene la acumulación de esta información, de estas articulaciones? Para contestar esta pregunta es importante considerar un ciclo en donde se debe apuntar lo que son los algoritmos per se. Los algoritmos son un conjunto de instrucciones en forma de código que un sistema lleva a cabo (Ábrego, 2020). Dichos códigos se conforman por los famosísimos datos que son inicio y fin de este ciclo. Los usuarios, al ser los productores de estos datos, se vuelven nodos medulares de su circulación, es decir, somos quienes producen y reproducen. Al momento de reproducir símbolos de realidad como lo son los memes, estamos también reproduciendo los sesgos que estos conllevan (discriminación, reconocimiento, inclusión, desigualdades, etc.). Pero es un segundo nodo en el que me quiero concentrar.

La creación y reproducción de datos va configurando ciertos patrones y conexiones de diferente índole. El éxito o fracaso de muchas plataformas se debe a esta capacidad de conexión, que no es más que la eficacia de un algoritmo por almacenar y recircular datos con base en un conjunto de indicadores.

Recuperando mi tesis, quise emprender la búsqueda de conexiones emocionales en estos espacios, pues creo firmemente que nuestros discursos y prácticas se guían de manera emocional, mucho más en una era híper conectada en donde nos enfrentamos y vivimos una suerte de realidad en estos espacios digitales. Una realidad online que se conjuga con una versión offline. Las emociones y la afectividad se vuelven recursos que por sí solos parecen enajenarse de otras áreas tecnológicas, pero lo cierto es que es menester rastrear la emoción y su potencial, pues más que un indicador, se convierte en huella dactilar social y vehículo de capital que otorga a la inteligencia artificial un papel activo en determinado sistema económico.

En lo que respecta a la huella dactilar, comparto aquí uno de los conceptos pilares de mi tesis: Uno de los fundadores de los estudios culturales, Raymond Williams, propuso una hipótesis llamada “estructuras del sentir” y sobre la cual mi tesis se estructura. Esta teoría condensa los principales postulados de Williams: un constante juego entre tres interesantes elementos: dominantes, residuales y emergentes.

Estos tres elementos en conjunto configuran las formas en las que se aborda la realidad. Así, las estructuras del sentir condensan un conjunto de percepciones y valores compartidos por una determinada generación, una especie de huella dactilar socioafectiva que refleja los valores colectivos de un determinado momento (aunque el concepto es mucho más complejo). Imaginemos estas estructuras “fotografiadas” en el espacio sociodigital, imaginemos la emoción traducida a bits y código. Un tráfico ya no de armas (¿o sí?) sino de una huella dactilar; la transformación de lo intangible, una experiencia socioafectiva objetivada, transformada en divisa y finalmente en capital.

En los primeros atisbos de este fenómeno del capitalismo emocional, se adjudicaba a los psicólogos como los guías de un monopolio emocional con el potencial de establecer y regular los criterios emocionales “adecuados” (más bien establecidos) de una sociedad (Illouz, 2007). Proceso el cual participa de manera innata en la configuración de identidades. Ahora, con los datos ante la inteligencia artificial, ¿quién funge como guía? Hay que recordar que estas tecnologías pretenden optimizar procesos (Trejo, 2020), así que las instrucciones son, en primer lugar, fijadas por sujetos sociales cuyos pensamientos giran en torno a construcciones emocionales que definen su identidad y sus imaginarios activos, siguiendo a Michel De Certeau: “cada individualidad es el lugar donde se mueve una pluralidad incoherente (y a menudo contradictoria) de sus determinaciones relacionales” (De Certeau, 2000). Así, las emociones se pueden tomar como convergencias histórico-sociales de una reproducción de elementos y símbolos culturales a través del tiempo. Y como ellas mismas conforman identidades e imaginarios, estos se plasman a través de los productos que la sociedad construye, en este caso las plataformas.

Threads pretende ser una plataforma en donde se omitirán noticias y contenidos políticos pues según el jefe de Instagram, Adam Mosseri, estos “no valen la pena el escrutinio, la negatividad (seamos honestos) o los riesgos de integridad que los acompañan" (Peters, 2023).

Si algo he querido dejar claro en estas letras, es que la omisión de estos temas “políticos” no exime la participación de esta plataforma en dicha esfera, de hecho, la forma y cantidad de datos que la plataforma ya parece estar generando, la coloca como una plataforma de alto interés para aquellos que “hacen política” y la omisión de la potencialidad de estos espacios, no es una omisión pequeña.

Ahora bien, si estos espacios son una extensión de la colectividad, la pregunta gira en torno hacia la dirección que puede tomar la construcción de patrones emocionales. Si todo lo que implica Inteligencia Artificial comenzó con la elaboración de patrones y la conexión entre estos, ¿qué implicaría un mapa que conecte y, con base en este, sugiera relaciones emocionales? En un artículo de Tatiana Cirisano, la autora ya nos recuerda que Facebook comenzó conectando individualidades, Spotify continúo conectando hábitos de escucha… ¿Continuará Threads (o la siguiente plataforma) conectando y definiendo emociones? ¿Cómo luciría una emoción prediseñada para su “efectiva” conexión? Con la consideración de las convergencias que implican las emociones, ¿podríamos vivir en un mundo de emociones homogeneizadas? Creo que no debemos temer de estos sistemas (no estamos en Terminator), sino más bien cuestionar qué verdades, identidades e imaginarios sostienen y dirigen los sistemas que incorporamos en nuestra cotidianidad porque después de todo… aún somos parte clave de este ciclo y de estos espacios.

Pero bueno, por lo menos, me da tranquilidad que, según Mosseri, está fuera de la política…

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Castoriadis, C. (1999). Figuras de lo Pensable. Las encrucijadas del laberinto VI. Fondo de Cultura Económica.

Cirisano, T. (2023, marzo 9). Spotify’s vertical feed could chamge music discovery, but not for the reason you think. MIDia. https://midiaresearch.com/blog/spotifys-vertical-feed-could-change-music-discovery-but-not-for-the-reason-you-think

De Certeau, M. (2000). La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer. Cultura libre.

Fung, B. (2023, julio 10). El futuro de Twitter está en duda mientras Threads supera los 100 millones de usuarios. CNN. https://cnnespanol.cnn.com/2023/07/10/el-futuro-de-twitter-esta-en-duda-mientras-threads-supera-los-100-millones-de-usuarios/

Illouz, E. (2007). Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo. katz. Discusiones.

Peters, J. (2023, julio 7). Threads isn’t for news and politics, says Instagram’s boss. The Verge. https://www.theverge.com/2023/7/7/23787334/instagram-threads-news-politics-adam-mosseri-meta-facebook

Trejo, L. (2020). Tras el meme en Internet. Clavigero. Comunidades de saberes, 17.

Trejo, S. (2020). Contra la ética utilitaria en la ciencia de datos. Clavigero. Comunidades de saberes, 17.

Ugas, G. (2007). Imagen, imaginación e imaginario. En La Educada Ignorancia (pp. 49-54). Taller permanente de Estudios Epistemológicos en Ciencias Sociales

Williams, R. (1977). Marxismo y Literatura. Península.



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