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Foto del escritorDalila Flores

La decisión como infraestructura en red

Actualizado: 15 jun

Dalila Flores


En lo que va del año 2024, hemos vivido una ráfaga de elecciones para elegir a los gobernantes de diferentes países del mundo. Al momento de escribir estas letras, las elecciones por los escaños del Parlamento Europeo tenían tan solo 24 horas de su culminación y las elecciones de México una semana.

¿Quienes participaron en esas elecciones? ¿Cómo se edificaron esas decisiones?

Por un lado, la respuesta sencilla sería “la capacidad reflexiva de los actores sociales”. Yo elijo una más elaborada.

La razón por la cual articulo una decisión con una edificación es porque considero que eso son las decisiones: un conjunto de redes imaginarias.

Si una estructura es el resultado de la trayectoria de acciones que van desde un plano arquitectónico hasta la operación de una cierta infraestructura en red, deberíamos ser críticos en lo que compone nuestros mapas y estructuras mentales. Y el problema no recae en la falta de agencia social, sino en suponer la omisión de ella e intercambiarla por luchas de visibilidad. Porque escuchar voces, es diluir centros.

Desde hace varias décadas, el formato digital comenzó a posicionarse fuertemente en la cotidianidad y, con esto, en nuestros imaginarios. Nuestra capacidad de participación dejó de ser un inofensivo canal de expresión para convertirse en una producción de presencia (Reguillo, 2017). Nuestro paso por la red y los datos que elucubramos al reaccionar a un meme o a una noticia, van tejiendo cada hilo de nuestros cuadros mentales con los cuales interactuamos y resistimos a los sistemas impuestos en dimensiones macrosociales.

Durante mucho tiempo se creía que los medios de comunicación eran los que esbozaban nuestros relatos; hoy, pienso yo, son tan solo un hilo de la infraestructura, pero un hilo en donde se deposita el problema y la reacción. Con lo sucedido en las elecciones de los diferentes países, pude notar la manera en la que los medios de comunicación y los agentes sociales militantes de los diferentes partidos y posturas buscaban aceleradamente una visibilidad. Este intento por lograrlo era un esfuerzo, un capital de trabajo que sucumbía en la espiral digital y a las pancartas que se dispersaban en los barrios y colonias.

Pero más que visibilidad, lo que presenciaba era un ensanchamiento de burbujas de eco con el afán de lograr una participación… que al final del día, provenía desde su propio centro. En mi opinión, es la misma forma y el error con el que operan los medios de comunicación. Existe una creencia sobre el omnipotente poder de la visibilidad, siendo una sociedad ocularcentrista (Carrera, 2019) se ignora el hecho de que, en la era digital, la visibilidad no es solamente construida y pugnada por actores sociales, sino que muchos agentes activos escapan de los cuerpos y se extienden más allá del terreno humano.


Los sistemas digitales que se conocen como algoritmos y las plataformas en las que se instalan, representan actores ideológicamente plantados en nuestra cotidianidad cuyas infraestructuras se componen de instrucciones específicas que orientan —y redimensionan— nuestro rango de visibilidad, es decir, la visibilidad está tecnológicamente estructurada (Bucher, 2012). Con esta palabra conceptualmente densa, no pretendo referirme únicamente a la imagen sino a lo que conlleva el acto de materializar las ideas: formas de ejercer poder, construir relaciones, intercambiar imaginarios y con ello, remodelar estructuras.


La forma operativa de los algoritmos (re)produce marcos mentales, reacciones emocionales, contenido y espacios de potencia; los algoritmos tienen acceso a lo social mediante parámetros sintetizados de lo sensible.

Ante la gobernabilidad —y potencia— de los algoritmos en el terreno digital, pienso yo que la manera de crear estrategias (Certeau, 2000) se encuentra en pinchar las arquitecturas tradicionales de aquellos que producen, es decir, a través del diseño de estructuras cimentadas desde trayectorias disidentes, desde el rizoma (Deleuze & Gauttari, 1994).


Los nuevos medios de comunicación, por ejemplo, aquellos medios de información que nacen y se instalan en plataformas como lo es YouTube, representan un espacio de potencia para el cuestionamiento, que en sí mismo representa fertilidad de trayectorias y de procesos. El desarrollo desde una plataforma cuyo eje medular es la imagen, representa una herramienta potente para la expansión a través del ecosistema digital. El desafío está en reorientar el relato mediático hacia su propia vulnerabilidad y desde ella, reconocer el movimiento de trayectorias disonantes para colocar el poder desde nuevas coordenadas. Los medios de este tipo prometían el quiebre de cánones tradicionales al mantener un estrecho contacto con la audiencia, lo cierto es que suelen orientarse, priorizar y perseguir lógicas mercantiles porque es claro, es mucho más sencillo trazar un mapa desde marcos preestablecidos que construir desde registros inestables (Latour, 2008). Perseguir las lógicas y estrategias de tráfico es colocar el interés de la moneda por encima del proceso informativo, comunicativo y revolucionario.

Los resultados de las elecciones en los dos ejemplos aquí mencionados, representa el sistema de réplica de las lógicas económicas de los medios de comunicación, la confianza en una misma estructura y un ethos comercial en la lucha por una visibilidad reproductiva de ecos. Los polos del espectro político, desde su mismo centro, esperan tensionar los hilos de poder cuya distribución replican ellos mismos desde sus potenciales herramientas de lo sensible.

Escoger la potencia del rizoma, sobre todo cuando es posible germinarlo a disponibilidad desde este tipo de plataformas digitales como la aquí mencionada YouTube, trazar desde los márgenes representa rediseñar para comprender y participar de una arquitectura sin perímetros cuyo bolígrafo permita una fractura de los ecos mediáticos y algorítmicos en donde el riesgo del abuso del poder está cada vez más latente e instalado.




Fe de erratas:

En diálogo con mi amigo y socio, Joaquín Arteaga, empezamos a elucubrar un eje prometedor de esta reflexión. Hablábamos del poder de representación de los medios de comunicación y de la manera en la que los votos en el sistema democrático actual, está orientado más por lo emocional que por lo informacional. La manera en la que nuestras identidades son aludidas en la imagen de los medios incide en la formación de nuestras redes, de nuestros mapas mentales y así, de nuestras decisiones. Quizá por eso los que construyen los medios se empeñan en la reproducción y circulación por las diferentes redes del ecosistema digital, pero ¿de qué sirve si sus redes solo circulan en el interior de sus márgenes?

Imaginamos un sistema pequeño pero poderoso en su fondo:

 

 

            Quizá una reflexión más profunda sobre estas variables R pueda generar la fractura necesaria para verdaderamente diversificar nuestras arquitecturas imaginarias y nuestra relación con los medios que predican la información desde sus ángulos.




Referencias

 

Bucher, T. (2012). Want to be on the top? Algorithmic power and the threat of invisibility on Facebook. New Media Society, 14(7), 1164–1180.

Carrera, L. (2019). Ocularcentrismo. Universidad Andina Simón Bolívar. Ecuador

Certeau, M. de. (2000). La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer. Cultura libre.

Deleuze, G., & Gauttari, F. (1994). Introducción. En Rizoma. Ediciones Coyoacán.

Latour, B. (2008). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Manantial.

Reguillo, R. (2017). Paisajes Insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio. NED; ITESO.

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