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Foto del escritorTinta invitada

La descripción y destrucción intrínseca del monumento. Una crítica y acercamiento a la obra 'Monografía de los monumentos artísticos de Aguascalientes' de América Nava.

Por Alfredo Padilla


Nadie puede impedir que

un perro callejero se orine

en el monumento más glorioso.

 

Miguel Ángel Osorio Benítez A.K.A. Porfirio Barba Jacob



¿Para qué carajos sirve un monumento? Tengo entendido que son elementos, por decirlo de alguna manera, que esgriman y resguardan el pasado; trasladan un mensaje al presente. Un monumento debería servir para que la memoria no quede pulverizada en los anales o anos del tiempo, que conserve un sentido vigente del ahora, ese presente que Eckhart Tolle nos quiso vender como si fuera jabón 'Zote'. Estos elementos, cargados muchas veces de una estética pueril y muchas veces inherente, hacen que las piedras –“para un alma eterna cada piedra es un altar”, diría Alfonso Hernández Estrada– y metales transmitan la idea de gloria y belleza. El sentido del elemento cambia cuando se trata de aleccionar a la sociedad sobre un pasado incierto, porque: ¿qué es el pasado, sino aquello que vuelve siempre en forma de problemas? Al considerar el pasado se tiene siempre la falsa impresión de un cierto determinismo totalitarista. Para los dictadores y los ancianos, el pasado siempre será mejor.

Es justo en este punto, donde surge la radicalidad y re-conceptualización del monumento, la apropiación social del elemento como ancla o tara del progreso. Es a parir de esta re-significación que surgen cuestionamientos sobre la relación de la herencia histórica, ya no cultural. Aquello para lo que ese ahora monumento fue creado en otro tiempo completamente distinto y una sociedad arcaica, necesita replantearse constantemente ante los escenarios sindicales actuales y sus problemas, para validar o reprobar su significado y sentido identitario o convertirse en sólo un objeto, amado por los perros y las palomas: un souvenir de la más honesta manifestación del descontento. Eso es un monumento.

La obra de América Nava, en su línea de investigación temporal, trata de despejar la brecha entre el monumento histórico y el artístico, un jardín de senderos se bifurcan entre ambos conceptos, incluso para el que los ordena erigir, quien mastica perenemente en su cabeza la magnanimidad de lo artístico y termina cayendo en lo camp y lo kitsch.

El monumento es un medio para el recuerdo, rescata Nava; la memoria une, estoy de acuerdo, pero también polariza. Pienso en monumentos que puedan dotar a nuestras vidas de un significado legítimo del paso del tiempo y la eternidad de las cosas, Nava nos embute la respuesta con jeringa: aquellos árboles en las culturas germánicas que tienden un cable orgánico con el Origen. Para los antiguos, los bosques eran anteriores al mundo humano.


Virgilio trazó una filiación entre los hombres primitivos salvajes y los árboles, bosques donde habitaban los faunos y las ninfas indígenas y también hombres nacidos de los troncos de los robles. Los mitos germanos, muy diferentes, creían en la preexistencia de un árbol cósmico, 'Yggdrasil', eje del universo. Esto, sin duda, es más fastuoso y perecedero que el “Hecho en Reynosa” de la lateral boulevard Mateos; “Los carretes de hilo” como glorieta de la amistad en Guanajuato, el monumento “Tolvanera” diseñado por el escultor Roberto Gotés en Torreón, Coahuila, que representa eso: una polvareda, o discúlpenme el atrevimiento contra eclesiástico y dogmático: el “Cristo Roto” de Aguascalientes, una de las cinco esculturas más grandes de México, obra del escultor Pablo de la Torre, monumento que intenta ser un reflejo de los oprimidos y los olvidados. Me parece que acá, el ars magna de Buñuel aporta más sentido a la calle.



"Cristo Roto" en Aguascalientes


Desde Lisipo (único escultor de Alejandro Magno) hasta Pablo de la Torre, pasando por Sebastián y Jorge Marín, concurre como diría Carlos V: “una destrucción de lo que era único en el mundo, y han puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes”, como una Catrina que ha perdido ya toda su pátina de crítica social a la burguesía, porque precisamente, se ha aburguesado. ¿Qué señora de Polanco no tiene una reproducción de está en su coffee table al lado de un tomo de la obra de Gabriel Orozco editado por Taschen?

"La guerra de demolición" o "Guerra a los demoledores" (1832), panfleto publicado por Víctor Hugo y Chateaubriand, que América nos trae a colación, es una brújula para entender la adhesión por los cascajos sin sentido: “La destrucción de un edificio histórico y monumental no debe permitirse a estos innobles especuladores cuyo honor está cegado por el interés, cualesquiera que sean sus derechos de propiedad. Hombres miserables ¡Y tan imbéciles que ni siquiera comprenden que son unos bárbaros! Hay dos elementos en un edificio: su uso y su belleza. Su uso pertenece al propietario, su belleza a todo el mundo; a usted, a mí, a todos nosotros”. Está claro que Hugo pensaba en su amadísima 'Nuestra Señora de París' (que se cuece aparte), y aunque me encanta su 'L´homme qui rit' (1869), creo, así como América Nava y su obra concerniente a estos dos monumentos: 'El Cristo Roto' y 'La Catrina' proyectados solamente para generar Topofilia y el impulso o activación de un espacio público como emblema del Estado, y aun así, los intentos han perecido, ya que la “isla” donde se encuentra el Cristo Roto en San José de Gracia, presenta continuamente afecciones por la sequía. El olvido está presente, con un Cristo de 28 metros o sin él.

La conclusión de la obra de América Nava se confirma en que la destrucción de imágenes religiosas o culturales puede ser una forma de romper con el pasado y afirmar una nueva identidad colectiva. Un llamado a la acción, ya que la destrucción de monumentos puede movilizar a la población a la gestión, al generar atención sobre un problema social. ¿Cómo manifestarse? ¿Cómo lograr que los dirigentes y los grupos hegemónicos volteen a ver los descontentos, las situaciones de abuso, la violencia?: América Nava parece tener la solución: una sola piedra puede desmoronar un obelisco.



"La Catrina" en Aguascalientes

"La Catrina" en Aguascalientes

 

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